LA BENITO

LA BENITO

TAZA Y PLATILLO DE PORCELANA
Comprar
FOTOGRAFÍA DE PATRICIA BENITO

 

 

PATRICIA BENITO 

MADRID, ESPAÑA

 

TÉCNICA: PINTURA DIGITAL CON TINTA SOBRE PAPEL

 

Título de la obra: "Las manos que salvan" 

Descripción: Las manos que salvan acarician el mundo. Besan las lágrimas y muerden el labio del que brilla en la oscuridad. Las almas que salvan acicalan los corazones dormidos. Los zarandean e invaden el aire de partículas de vida. Se llevan el miedo. Protegen al amor.

SOBRE LA BENITO

Patricia Benito (Las Palmas de Gran Canaria,1978) es una de las poetas más talentosas y populares de la actualidad. Su poesía intimista, elaborada y rica en emociones ha hecho que sus poemarios anteriores, Primero de poeta, en 2017, y Tu lado del sofá, en 2018, hayan vendido más de 50.000 ejemplares. Ha sido colaboradora de las revistas Harper’s Bazaar y Glamour. Antes de dedicarse a la literatura, fue croupier. Un cambio de vida y la autoedición la condujeron hasta aquí.

En su biografía, se muestra en primera persona y lo hace de esta manera:

 «Nací a los pies de un océano y dudo mucho que vuelva a encontrar otro color como ese. Toda mi infancia olía a sal y sabía a polo de fresa. Sólo se oían risas y cantautores y me dediqué a bailar sobre el sofá y a creerme invisible bajo una capa. Mi castillo eran un somier y un colchón, y mis armas un tambor de detergente con algún que otro juguete y muchos tebeos. Cada vez que creo saber quién soy, algo cambia. Tengo miedo a las alturas y a que un día mis padres no estén.

Me he ido de algunos sitios sin avisar y en la mayoría ni se han dado cuenta. También he descubierto que cuando me despido es porque quiero que me pidan que me quede; de estas cosas cada vez entiendo menos. Arisca por naturaleza, aunque intente disimularlo. Según mi horóscopo, un montón de cosas feas. También fiel, protectora, irónica y reservada. Eso dice. Difícil verme ronronear. Eso digo.

Adoro el sol de invierno y nunca recuerdo dónde he aparcado el coche. He salvado el alma de algunos amigos. Dejo el borde de las pizzas y varios días al mes me siento sola. No lo estoy. Me he vuelto selectiva como modo de supervivencia. También perezosa y algo imbécil: ya sólo me acerco a los sitios que emiten un poco de luz».